domingo, 3 de marzo de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 20




Capítulo 20: El timbre

Un extraño sonido la sobresaltó, haciendo que saliese del trance en que entraba cada vez que se sentaba allí. Volvió a escuchar el mismo sonido y tardó unos segundos en comprender que era el timbre; lo escuchaba en tan contadas ocasiones que ya casi ni recordaba su sonido. Marina frunció el ceño, insegura de si debía abrir la puerta. No acostumbraba a recibir visitas, no desde la muerte de su madre, y no sabía que hacer. El timbre volvió a sonar y la chica se levantó del bando del piano con un suspiro; la persona que había llamado sabía que estaba en casa y no dejaría de insistir. Marina caminó por el recibidor sin siquiera encender la luz y miró por la mirilla. Al otro lado de la puerta estaba él, el chico en el que pensaba a cada momento, el mismo en el que había estado pensando antes de que llamara al timbre. No sabía lo que le pasaba con él, pero tampoco quería descubrirlo. Se dio la vuelta y se apoyó contra la puerta, deslizando la espalda cuando se dejó caer. Esperaba que se fuera pronto porque no iba abrirle la puerta. El timbre volvió a sonar. Marina suspiró y se cubrió el rostro con las manos. Lo cierto era que sí quería abrirle, no le gustaba estar sola y él era una buena compañía, pero si su padre se enteraba… Un escalofrío le recorrió la espalda y sacudió la cabeza. Mejor no pensarlo. El timbre, dos veces. Una idea le vino a la cabeza y se levantó del suelo. Le abriría y le diría alguna excusa para que se…

En cuanto abrió la puerta y vio aquellos ojos color azabache toda idea se borró automáticamente de su cabeza, siendo reemplazada por algo mucho más confuso. Marina intuyó la cara de tonta que debía tener en ese momento y sacudió la cabeza para despejarla, sin éxito. Aquel chico había afectado a su cerebro más profundamente de lo que ella pensaba, y ya era mucho.

-Hola-Dijo Carlos, sonriendo-. ¿Estás bien?

Marina asintió ensimismada por su sonrisa y tardó un poco en reaccionar.

-¿Por qué?

-No sé-Respondió él, sin abandonar su sonrisa-, como has tardado tanto en abrir.

La chica se quedó parada, con la boca abierta, sin saber que decir; su cerebro estaba tan nublado que no podía siquiera inventar una pobre excusa.

-Es que…-Empezó-llevaba los… auriculares puestos y… no oía el timbre.

Carlos asintió sin dejar de sonreír. No dijo nada más sobre el tema, aunque Marina sabía que no se lo había tragado.

-¿Tienes algo que hacer?-Preguntó el chico.

-¿Por qué?-Inquirió Marina, aún más confusa que antes, si era posible.

-Porque había pensado que podríamos hacer algo, no sé, dar una vuelta o algo así.

Marina se quedó paralizada en el umbral de la puerta al escuchar aquellas palabras. Carlos le estaba pidiendo que saliera con él, los dos solos. Una familiar sensación de miedo se apoderó de ella y le hizo tener ganas de llorar. Por supuesto que quería salir con él, más que nada, pero no podía; si su padre se enteraba…

-Lo siento-Dijo Marina. Se le había formado un nudo en la garganta-, no puedo. Tengo muchas cosas que hacer.

Sin una palabra cogió el pomo de la puerta para cerrarla, pero Carlos le cogió la mano, provocándole un escalofrío.

-Por favor.

-No puedo.

-¿Por qué?-Insistió Carlos.

¿Por qué tenía que preguntarlo todo?, ¿no podía simplemente aceptarlo? Eso era lo que hacía ella, obedecer sin cuestionar.

Marina sentía que iba a explotar, así que respiró hondo antes de hablar.

-¿Tú sabes lo que nos haría mi padre si se entera de que he salido contigo?-Preguntó-¿Tú sabes lo que me haría si descubre siquiera que te he abierto la puerta?

-Entonces no tiene por qué enterarse.

-No voy a correr el riesgo.

Marina se dio la vuelta para entrar en la casa, pero Carlos seguía sosteniendo su mano y no la dejó marcharse. De hecho, la acercó más a él, hasta que sus rostros estuvieron apenas a unos centímetros de distancia. La chica se quedó quieta, asustada y fascinada al mismo tiempo.

-Eres preciosa, ¿lo sabías?-Dijo Carlos, volviendo a sonreír.

Marina respiró su aliento. Aquel chico le gustaba, muchísimo, pero eso no quitaba el miedo que le tenía a la reacción de su pa…

Carlos se acercó aún más, si era posible, y rozó sus labios con el labio inferior de la chica. Marina soltó un pequeño suspiro y el chico la besó. Aquel era el mejor beso que Marina había recibido y la hizo olvidarse de todo, entregándose al momento de una forma que nunca antes había hecho. No sabía qué ocurriría si su padre se enteraba de aquello, pero tampoco quería pensarlo en ese instante. Lo único que sabía es que aquel chico podría hacerla enamorarse, y estaba muy cerca de conseguirlo.

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