domingo, 31 de marzo de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 24




Capítulo 24: La ruptura

Hace tres meses

Ainhoa pulsó el botón de colgar en su móvil y suspiró. Hacía una semana que Toni no le contestaba el móvil y estaba preocupada. Desde que había recibido un mensaje del chico anulando una cita, el mismo día que Elena le dijo que era adoptada, no sabía nada de él. Le había llamado muchas veces, pero siempre saltaba el contestador. También le había dejado varios mensajes en el contestador de voz, pero no había recibido respuesta a ninguno de ellos.

Ainhoa dejó el móvil encima de la cama y se levantó para ir al baño. Mientras se peinaba, comenzó a sonar una canción, que venía amortiguada desde su habitación. La muchacha frunció el ceño, extrañada, y entonces cayó en la cuenta de que aquella canción era su tono de llamada. Lo había cambiado hacía poco y no se acordaba. Fue corriendo hasta su habitación, esperando que fuera Toni el que llamaba, pero, cuando cogió el móvil, en la pantalla aparecía un número que no reconocía. Pulsó el botón verde para aceptar la llamada.

-¿Sí?-Preguntó.

-Ainhoa…-Susurró una voz conocida.

La muchacha sonrió y comenzó a dar pequeños saltitos de alegría.

-¡Toni!-Exclamó, muy contenta-Llevo días llamándote, ¿Dónde te has…?

-Quiero que lo dejemos-Cortó él.

No lo dijo con voz tajante, incluso parecía angustiado, pero a Ainhoa se le partió el alma cuando lo escuchó.

-¿Por qué?-Fue lo único que pudo articular.

Estaba paralizada, como en estado de shock, y casi no escuchó la respuesta del chico.

-No puedo decírtelo, sólo hazme caso-Dijo él-. No soy bueno para ti…

Ainhoa iba a responder, a replicar, pero escuchó una serie de pitidos al otro lado de la línea. Toni había colgado. La chica soltó el móvil encima de la cama sin siquiera pulsar el botón rojo para finalizar la llamada. Sintiendo que comenzaban a temblarle las manos, se sentó en la cama y tragó saliva. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos como un río. Podría parecer una reacción exagerada por un chico al que sólo conocía de un par de semanas y con el que había salido tan pocas veces que se podían contar con los dedos de las manos, pero Ainhoa no pudo evitarlo. A pesar de que lo conocía desde hacía poco tiempo, se había… enamorado de él. La muchacha sintió una punzada en el pecho cuando se dio cuenta de aquella verdad. Le vino a la cabeza, entonces, aquella noche que había pasado en vela, hacía justo una semana. Ainhoa recordó la razón por la que no había podido dormir hasta bien entrada la madrugada. Sentía una opresión en el pecho, ese tipo de opresión que siente sólo cuando algo malo va a suceder.

La chica se secó las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano y se lamió los labios resecos, saboreando la sal en ellos. Se tumbó sobre la cama e intentó retener las lágrimas. Imposible. Puso el rostro contra la almohada para ahogar los sollozos y que su hermana, que estaba en la habitación de al lado, no los oyera, pero no debió conseguirlo porque la puerta de su habitación se abrió. Carmen estaba de pie, mirando por el hueco que había hecho al abrir la puerta.

-¿Qué te pasa?-Preguntó. Parecía un poco preocupada.

Ainhoa levantó la cabeza de la almohada para poder hablar, pero no miró a su hermana. Intentando que no le temblara la voz, dijo:

-Nada. ¿Puedes dejarme sola?

-Sí que te pasa algo.

Ignorando su petición, Carmen entró en la habitación y cerró la puerta. Se acercó a la cama y se sentó en el borde. Ainhoa sintió que su hermana le presionaba suavemente el hombro, intentando consolarla. La chica sintió que su hermana la hacía voltearse, obligándole a mirarla. Ainhoa se incorporó y, sin una palabra, la abrazó. Carmen le devolvió el abrazo y estuvieron así hasta que dejó de llorar.

-¿Qué ha pasado?-Le preguntó su hermana cuando estuvo más calmada.

La chica dudó un momento antes de contestar. No se fiaba mucho de su voz, de si le fallaría.

-Ha… roto conmigo-Susurró.

Carmen la miró, parecía no comprender lo que le estaba diciendo.

-¿Qué ha roto contigo? ¿Quién?

-To… Toni-Sintió un nudo en la garganta al decir su nombre.

El rostro de su hermana se inundó de comprensión.



-Hola-La saludó Carmen, algo preocupada-. Está en su habitación.

La chica asintió y subió las escaleras hacia la segunda planta, donde se encontraba el cuarto de Ainhoa. Se conocía aquella casa como la palma de su mano. El cuarto que deba a la escalera era el baño, a la izquierda estaba la habitación de la madre de su amiga y, a la derecha, las de Carmen y Ainhoa, respectivamente. Elena caminó hasta el final del pasillo y abrió llamó a la puerta.

-Pasa-Dijo una voz muy baja desde el interior.

La chica abrió la puerta. Ainhoa estaba tumbada en la cama, mirando al techo. Tenía los ojos muy enrojecidos y en sus mejillas se veían restos de lágrimas. Su amiga levantó la cabeza cuando entró en el cuarto y se sentó en el borde de la cama.

-Elena-Susurró Ainhoa, forzando una sonrisa-, ¿qué haces aquí?

-Tu hermana me ha llamado y me lo ha contado todo-Respondió la muchacha, sonriendo también-. He pensado que tal vez quería compañía… y helado de chocolate.

Elena abrió la mochila y sacó una tarrina de helado de chocolate con galletas. Era el preferido de Ainhoa.

-Tú sí que sabes como animarme-Dijo, abrazando a su amiga.

Bajaron al salón y Ainhoa trajo dos cucharas soperas de la cocina. Mientras devoraban el helado y veían la televisión, Elena observó a su amiga de reojo. Parecía cansada, pero no por la falta de sueño. Tenía el pelo algo enmarañado y, por lo que Carmen le había contado, no había salido de su habitación en toda el día. A Elena no le gustaba ver a su amiga de aquella manera y menos sabiendo que, en parte, era culpa suya. Toni, Ánemos, era su padre y sólo se había acercado a Ainhoa para, eventualmente, acercarse a ella. Cuando ya había conseguido su propósito, que era despertar el lado ángel de Elena, había cortado de raíz toda relación con ella. Pero había algo con lo que él no había contado, y era con que Ainhoa se enamorara de él. Tal vez debería haber intentado acercarse a ella de otra manera, pero ya no había marcha atrás, el daño estaba hecho.

-Ainhoa… -Llamó Elena.

Se le había ocurrido una cosa para hacer que su amiga se sintiera mejor y, aunque no lo arreglaría de inmediato, la ayudaría un poco.

La chica volvió la cabeza al escuchar que Elena la llamaba y frunció el ceño al verla. Estaba diferente, como más deslumbrante. Siempre había sido muy guapa, pero esta vez tenía un toque diferente que hizo a Ainhoa desconfiar en un principio. Pero después la desconfianza desapareció, como por arte de magia, y lo único que podía hacer era contemplar a Elena y escuchar cada una de las palabras que salían de sus labios.

-Escúchame bien-Susurró su amiga-. Todo va a ir bien, tú estarás bien. Te vas a olvidar de Toni y encontrarás a otro chico que te haga feliz. Eres una chica increíble y ningún chico se merece tus lágrimas. ¿Lo has entendido?

Ainhoa asintió casi inconscientemente. Estaba demasiado embelesada por la belleza de Elena como para percatarse de lo que hacía. En ese momento, su amiga parecía… un ángel…

De repente todo se acabó. La muchacha sacudió la cabeza, algo aturdida. Volvió a mirar a su amiga.

-¿Qué ha pasado?-Inquirió, desconcertada.

Sabía que algo extraño había ocurrido, pero no recordaba exactamente qué. Sólo quedaban en su mente unas palabras que, sentía, debía obedecer a toda costa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Que piensas de mis desvaríos?